En la caza, como en la vida, hay varios tipos de escribanos, aunque solo me voy a referir a dos perfiles seguramente opuestos, el de aquellos que se pronuncian muy a menudo, aunque raramente dicen nada y esos otros que sin valorar la frecuencia, generan controversia.
En este último grupo me suelen incluir a mí… ¡Qué honor que se acuerden de uno!.
Callar o denunciar… La controversia en la caza
Siempre he pensado que los primeros, esos que hablan mucho y dicen poco, responden a la tendencia natural del ser humano de querer gustar, caer bien, ser aceptados y merecer aprobación.
Lo contrario, mostrarse en desacuerdo, suele resultar incómodo.
Su esfuerzo se centra en no discrepar y por ello terminan suavizando su mensaje y sus opiniones hasta el punto de no ofender a nadie, persiguiendo quizás el agrado general (Como si tal cosa fuese posible), pero tornándose absolutamente insustanciales, aunque esto, claro, solo es mi opinión.
Los otros, los generadores de controversia, entre los que me incluyo (O me incluyen), estamos mucho más fiscalizados y recibimos halagos y leñazos en la misma proporción, aunque no persigamos ni lo uno, ni lo otro y tampoco nos preocupe hacia dónde se decante la proporción.
Siempre y cuando mis detractores discrepen de mis opiniones civilizadamente, bienvenido sea el desacuerdo.
Quizás, pienso, el problema es que etiquetamos “controversia” como algo negativo e incluso la confundimos con polémica o escándalo, cuando no necesariamente están relacionadas.
La controversia permite que muchas personas investiguen y analicen lo que dices, les invita a pensar y en base a esto alcancen sus propias conclusiones, poniendo en tela de juicio ese argumento que hasta entonces defendían a capa y espada o reafirmándolo.
No es malo adoptar una postura que no cuente con el beneplácito de la mayoría. Tampoco lo es manifestarte en desacuerdo con otra persona, porque la controversia genera debate. El debate, atención y eso atrae a muchas más personas que al final pueden enriquecer al resto con sus conocimientos y opiniones.
Por eso y siempre y cuando mis detractores discrepen de mis opiniones civilizadamente, bienvenido sea el desacuerdo.

Cabezas de turco & Autocrítica
Cuando pienso en el estilo de estos primeros siempre me pregunto qué les reporta ese aplauso fácil que tanto les calma y sobre todo, qué valor añadido ofrecen al resto.
Por ejemplo, cuando llevamos a debate la situación actual de la caza y los problemas que la atañen, siempre reaccionan poniendo el foco sobre el animalismo como responsable único e indiscutible de todos nuestros males, pasados, presentes y futuros.
Suena bien, redime y desvincula la atención sobre el cazador y la dirige sobre una cabeza de turco muy del gusto de la mayoría, invita al halago, no genera discrepancia, nadie te va a odiar por ello, de modo que no te vas a ver esquivando leñazos y a cambio de resultar insustancial, recibes cierto grado de vítores y palmaditas en la espalda.
A mí, sin embargo, ese análisis populista de las causas se me queda pobre, me falta algo y sobre todo, no veo que solucione nada, que al final es de lo que se trata.
Es como cuando un matrimonio se divorcia, que ninguna de las partes se siente culpable, siempre es el otro quien hizo naufragar la relación, porque hacer autocrítica resulta incómodo, no vaya a ser que al final debamos adjudicarnos cierto porcentaje de culpabilidad…
Una metáfora de lo que ocurre en la caza, porque siempre termino pensando… ¿Realmente lo hemos hecho todo bien? ¿No tenemos nada que replantearnos? ¿No nos habremos ganado a pulso al menos una pequeña parte de los problemas con los que nos encontramos hoy? ¿Tan estupendos y tan listos somos que no cometemos errores?.
Y claro, cuando eres de los que te formulas este tipo de preguntas y además las expones de forma pública, te hacen socio honorífico del Club de la Controversia, qué le vamos a hacer…
¡Pero es que hay que hacérselas sino queremos morir en la orilla!.

¿Callamos entonces o actuamos en consecuencia?
¿Callamos y corremos un tupido velo sobre nuestras vergüenzas o mostramos públicamente el máximo rechazo hacia ellas?. Ahí está la cuestión, debemos decidir y en función de nuestra elección, se dictará nuestro futuro.
¿Te acuerdas de aquel vídeo en el que un tio con escopeta pateaba a un zorro moribundo?. Muchos cazadores en redes sociales criticaban la publicación de ese vídeo “porque hacía mucho daño a la caza” y en mí opinión, no terminamos de entender que lo que verdaderamente hace daño a nuestra actividad es tratar de ocultarlo.
En primer lugar porque no lo vamos a poder enterrar en el fondo del Cantábrico y antes o después, alguien terminará por hacerse eco del vídeo en cuestión, mismamente el animalista de turno y no podremos evitar que lo publique, pero sobre todo y más importante, porque al omitirlo estamos perdiendo la oportunidad de mostrar nuestro rechazo hacia él, de posicionarnos en el lado contrario y de transmitir a la sociedad que aquel no era un cazador, sino un desgraciado con licencia para portar una escopeta.
Y este ejemplo conocido por todos me vale para ilustrar el resto, para decidir cómo nos comportamos alrededor de cada una de esas situaciones que poco nos gusta ver y que a menudo, nos molesta que se eleven a públicas.
También porque nos dará una perspectiva de las causas, invitándonos a la autocrítica y confirmando si efectivamente somos tan estupendos o bien nos toca reflexionar sobre alguna que otra cosilla.
Pero ojo con la postura que adoptas porque lo mismo terminas esquivando leñazos y convirtiéndote en socio del famoso Club…
¡Un abrazo y al monte!